martes, 5 de septiembre de 2017

Elizabeth Cochran, pionera del periodismo encubierto.



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Elizabeth Jane Cochran
 Una de las valientes mujeres pioneras en la historia de la liberación femenina que demostró valor, inteligencia y mucho talento para destacarse en un mundo que todavía no aceptaba el rol femenino en el campo laboral.


Esta es a breves rasgos, la historia de Elizabeth Jane Cochran, ( Pensilvania, 5 de mayo de 1864 - Nueva York, 27 de enero de 1922) quien fue la primera reportera de periodismo de investigación y pionera del periodismo encubierto.  En 1889 rebajó en 8 días el record  de 80 días en "dar la vuelta al mundo" narrada por Julio Verne en su novela La vuelta al mundo en 80 días. Fue llamada "Pink" en alusión al vestido rosado claro que usó en su bautismo. Cochran fue mejor conocida por su pseudónimo  Nellie Bly


Resultado de imagen para elizabeth cochranSe trata de una mujer que desde niña y huérfana de padre,  luchó para sacar adelante a su familia de 14 hermanos. Le tocó vivir a finales del siglo XIX, una época en la que las mujeres no tenían prácticamente  ninguna oportunidad de destacarse en un trabajo intelectual. 

Debió batallar mucho para demostrar que podía ser no solo un ama de casa sino cumplir también una excelente labor como periodista en temas que no tenían nada que ver con la moda, los jardines o los intereses femeninos. Gracias  a su tesón y talento, logró vencer los prejuicios de la época y ser distinguida y escuchada. Hoy, entrar a trabajar como periodista en un diario o en una emisora parece una labor sencilla, muchas mujeres estudian comunicación y periodismo, pero en la época que vivió Elizabeth Cochran, esos trabajos estaban restringidos a los hombres y para una mujer  era todo una aventura ser aceptada y respetada en una de estas labores. 
Elizabeth Cochran nació en 1864 en una pequeña ciudad de Pennsylvania, Estados Unidos. Su padre murió cuando aún era niña y tuvo que ayudar a su madre a mantener a su familia de nada más y nada menos que 14 hermanos. Elizabeth  creció en una familia numerosa de escasos recursos económicos donde las mujeres no sólo podían, sino que debían encontrar un oficio si no querían pasar hambre. 
Así que cuando leyendo el diario Pittsburgh Dispatche  se encontró con la columna “Para lo que sirven las niñas”, la furia la superó. La idea de que las mujeres sólo servían para quedarse en casa y criar hijos era tan ofensiva como risible. Ella, su madre y hermanas eran prueba viviente de que “las niñas” podían hacer mucho más que procrear.
Resultado de imagen para Pittsburgh Dispatch,Escribió en respuesta a ese artículo una dura carta al editor del periodico Pittsburgh Dispatch, quien quedó tan impresionado con su estilo que decidió darle la oportunidad de su vida: un empleo. Con sus palabras, con su forma de escribir, Elizabeth podría demostrarle a él y al mundo para lo que ella “servía”.
Y no lo decepcionó.
Con el seudónimo Nellie Bly, Elizabeth se dedicó a escribir  atrevidos artículos sobre los derechos de la mujer y los problemas que las aquejaban. Solía disfrazarse y meterse en lugares como fábricas, refugios y tiendas para exponer las terribles condiciones en que las mujeres trabajaban.
Resultado de imagen para Pittsburgh Dispatch,Su “insolencia” y su rotunda negativa a escribir sobre “temas femeninos” como jardines, cotilleos y moda acabó por romper la relación entre Elizabeth y el Pittsburgh Dispatch, lo que  la motivó a mudarse a Nueva York.
La Nueva York de 1880 era una olla a presión de humanidad, pero gracias a su particular carrera Elizabeth logró encontrar trabajo en un periódico con una asignación muy especial: querían que se infiltrara en un hospital psiquiátrico.
El Women’s Lunatic Asylum (“Asilo de mujeres lunáticas”) en la isla Blackwell estaba rodeado de espantosos rumores, pero nadie sabía qué pasaba realmente allí dentro. Se hablaba de terribles torturas, pero los empleados no admitían nada y nadie le creía a las pobres pacientes. Era un reto arriesgado y de resultados inciertos, pero Elizabeth sin dudar un momento aceptó el trabajo. Acordaron entonces que ella permanecería sola y aislada de todo durante diez días, al cabo de los cuales la sacarían del lugar. Resultado de imagen para El Women’s Lunatic Asylum (“Asilo de mujeres lunáticas”) en la isla Blackwell



Y a partir de ese momento empezó a prepararse para una tarea difícil. Lo que Elizabeth no sabía es que sería más que difícil de lo que ella pensaba.  Estaba por conocer el infierno. 

El asilo hospedaba al doble de los pacientes que podía mantener, en condiciones de la más horrorosa negligencia. La comida era pan añejo o crudo, carne a medio podrir, caldo y agua sucia. Había ratas por todas partes. Las pacientes eran golpeadas, amarradas a diferentes lugares e incluso abusadas sexualmente. El castigo más suave era baldes de agua helada a cualquier hora, con cualquier excusa.Resultado de imagen para El Women’s Lunatic Asylum (“Asilo de mujeres lunáticas”) en la isla Blackwell
Más tarde Elizabeth diría que a pesar de haber estado solo fingiendo una enfermedad mental, las condiciones del hospital eran tan terribles que de no haber sido rescatada  se habría vuelto loca en menos de un mes.
Allí  se encontró con muchas mujeres que no tenían ninguna enfermedad. Sólo eran personas muy pobres o no sabían inglés. Y las pocas mujeres realmente enfermas sufrían aún más que el resto.
Afortunadamente, un abogado llegó a buscar a Elizabeth 10 días después. Luego de ser rescatada, Elizabeth escribió un libro  sobre lo que había vivido: Ten Days in a Mad-House, “Diez días en la casa de la locura”.
Los gráficos detalles de su relato espantaron y fascinaron a la sociedad al punto de que por fin se inició una investigación a la ella  que prestó todo su apoyo.
Finalmente un jurado decidió que el presupuesto del Departamento de Caridad Pública y Correccionales necesitaba un aumento de $850,000 dólares y comenzó a hacer revisiones mensuales acerca de la manera en que eran tratadas las pacientes. Por este y otros hechos investigados por Elizabeth Cochran, ee la considera una de las precursoras del periodismo de investigación.
En 1888 se le sugirió al Diario World que mandara un reportero en un viaje alrededor del mundo, en referencia al libro La vuelta al mundo en 80 días (escrito por Julio Verne). Nellie Bly fue elegida como la reportera a realizar dicha hazaña y  14 de noviembre de 1889 partió en su viaje de 24.889 millas desde Nueva York. Compitió en esta aventura contra otra mujer periodista, Elizabeth Bisland.
Itinerario de su vuelta al mundo
Tardó seis días en llegar a Southampton, en donde tomó un tren para Londres, y de allí pasó al otro lado del Canal de la Mancha, a Calais, con el tiempo justo de tomar otro tren y dirigirse a París, con parada en Amiens, en donde conoció a Julio Verne  quien escéptico le dijo:  "Señorita, si es usted capaz de hacerlo en 79 días, yo la felicitaré públicamente"​.
Desde París se traslada a Brindisi  al sur de Italia y desde allí toma un vapor con el que cruza el Mediterráneo, con parada en  Port Said,  antes de atravesar el Canal de Suez; cruza luego el Mar Rojo, el Mar de Arabia  y hace escala en el puerto de Adén en Yemen.
Cruza luego ese Océano y hace escala en Colombo, la capital de la Isla de Ceilán. Desde allí se dirige a Malasia, luego a Singapur y a Hong Kong y después a Yokohama, el único lugar no británico.
Desde allí zarpó para San Francisco, en la costa Oeste de los Estados Unidos, que cruzó en tren, presentándose en Nueva York  a los 72 días, seis horas 11 minutos y algunos segundos, el 25 de enero de 1890. El experimento había sido todo un éxito y la prensa mundial se hizo eco de su hazaña.
Bly estableció un nuevo récord mundial al dar la vuelta al mundo en tan poco tiempo pero meses después, George Francis Train rompió esta nueva marca al completar dicho viaje en 62 días.
En sus viajes alrededor del mundo visitó Inglaterra, Japón, China, Honk Kong, el hogar de Julio Verne, Brindisi, Colombo y San Francisco.
Fue también la primera mujer en navegar el mundo sola, sin compañía ni protección de un hombre, y llegó a inspirar a las mujeres occidentales.
En 1895 Elizabeth contrajo matrimonio con el millonario Robert Seaman, y al mismo tiempo se retiró del periodismo por algún tiempo. Cuando Seaman murió en 1904, Elizabeth  tomó las riendas de las empresas de su marido y realizó reformas sanitarias en ellas, modificó horarios y ofreció salarios más justos lo que le acarreó una popularidad añadida. Finamente se arruinó y tuvo que volver a dedicarse al periodismo. Entonces empezó a escribir en el Evening Journal, de  NuevaYork.  desde donde continuó  luchando por los derechos de la mujer. 
Trabajó como periodista una vez más y reportó los eventos de la convención de 1913 a favor del sufragio femenino. Viajó a Europa durante  la Primera Guerra Mundial y ejerció como reportera desde el Frente Este convirtiéndose en una de las primeras mujeres corresponsales de guerra.
 Tristemente, sus arriesgadas  aventuras y las privaciones y trabajos que debió afrontar durante su en ocasiones peligrosa labor  le pasaron la cuenta y murió de neumonía en 1922, con sólo 57 años.
  
Está enterrada en el cementerio Woodlawn de Nueva York en donde reposa también otra famosa periodista que falleció en 1929: Elizabeth Bisland  quien compitió con ella  en la vuelta al mundo.


En Brooklyn (Nueva York )  existe un pequeño parque de atracciones  que lleva el nombre de Elizabeth y tiene como tema La vuelta al mundo en ochenta días.
Elizabeth señaló con su vida y con su trabajo un nuevo camino para muchas mujeres. Al momento de su muerte una nueva  esperanza de vida empezaba para todas las mujeres del mundo. Dos años antes, en 1920, las mujeres en Estados Unidos ganaron su justo derecho a votar y desde ese momento la mujer  empezó  a demostrar su capacidad, su talento y su valor para enfrentar cualquier reto y para ingresar masivamente y por derecho propio  al mundo laboral, político e intelectual.  
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lunes, 3 de julio de 2017

CARTA ESCRITA POR STEVE JOBS ANTES DE MORIR


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Steve Jobs falleció en su casa de California a las 3 de la tarde del 5 de octubre de 2011, a los 56 años, a consecuencia de un paro respiratorio derivado de las metástasis del cáncer de páncreas que le fue descubierto en 2004, por el que en 2009 había recibido un trasplante de hígado.
El día anterior había perdido la conciencia y murió estando su esposa, hijos y hermana a su lado. Su muerte fue anunciada por Apple con una declaración:
Estamos profundamente entristecidos al anunciar que Steve Jobs ha muerto hoy. La brillantez, pasión y energía de Steve fueron la fuente de incontables innovaciones que enriquecen y mejoran nuestras vidas. El mundo es mucho mejor debido a Steve. Su amor fue para su esposa, Laurene, y su familia. Nuestros corazones están con ellos y con todos aquellos que fueron tocados por sus dones extraordinarios.
Su familia hizo una declaración diciendo que murió en paz. Según dijo en el funeral su hermana biológica, Mona Simpson, Jobs miró a su hermana Patty, luego a sus hijos durante un largo rato, después a su esposa Laurene. Sus últimas palabras dichas unas horas antes de su muerte fueron
OH WOW. OH WOW. OH WOW. Estas palabras fueron escritas en mayúsculas en el panegírico de The New York Times.
En las dos semanas posteriores a su muerte la Web de Apple presentó una página con el nombre de Jobs, su fecha de nacimiento y fallecimiento y un retrato en blanco y negro. Haciendo clic en la imagen se presentaba la nota necrológica que decía:

Apple ha perdido un visionario y genio creativo, y el mundo ha perdido a un ser humano maravilloso. Los que hemos tenido la suerte de conocerlo y trabajar con Steve, hemos perdido a un gran amigo, mentor e inspirador. Steve ha dejado una compañía que solo él podía crear, pero su espíritu siempre vivirá en Apple.


Aunque el fundador de Apple, Steve Jobs, murió en 2011, en los
últimos días ha comenzado a circular una carta que escribió unos días antes de morir y a la que se  considera el mensaje final que Steve Jobs quiso dejar al mundo.

La carta fue revelada por el biógrafo del empresario, Walter Isaacson tras recibir autorización de su viuda, Laurene Powell, quien hasta ahora se había negado a hacerla pública.

“Laurene decidió que era momento de dar a conocer la carta, pues aunque le duele profundamente lo que ahí se expresa, decidió que no quiere interferir con el mensaje que Steve jobs quiso difundir como su última aportación a la humanidad”, declaró Isaacson.

Este es el contenido textual de la carta, traducido al español:

"Alcancé el pináculo del éxito en el mundo de los negocios. A los ojos de los demás, mi vida es el epítome del éxito.

Sin embargo, además del trabajo, tengo pocas alegrías. Al final, la riqueza es el único hecho de la vida que conozco.
En este momento, recostado en una cama de enfermo y repasando mi vida entera, me doy cuenta que la riqueza y el reconocimiento del que tanto me enorgullecí, palidecen y carecen de significado de cara a la muerte inminente.
En la oscuridad, veo las luces verdes de las máquinas que me mantienen con vida y siento el aliento de la muerte respirar cada vez más cerca de mí…
Ahora sé que, una vez que logramos acumular riqueza, debemos perseguir otras cosas no relacionadas…
Tal vez relaciones, tal vez arte, tal vez los sueños abandonados de la juventud.
Perseguir la abundancia sin descanso solo te convertirá en un ser retorcido, como yo.
Mi riqueza ya no me la puedo llevar, solo me llevo las memorias que me dio el amor. Es la verdadera riqueza que te acompañará y te dará la fuerza y la luz para seguir adelante. Y recuerden, nadie necesita una Stylus.
Lo material que se pierde, se puede recuperar, pero hay algo que nunca se puede recuperar cuando se pierde… la vida
En cualquier etapa de la vida que te encuentres, recuerda que llegará el momento de enfrentar la hora en que se cierran las persianas.
Atesora el amor de tu familia y amigos.
Trátate bien. Aprecia a los demás”


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miércoles, 31 de mayo de 2017

LA CORTA VIDA DE 13 ROSAS







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La corta vida de trece rosas


En este artículo publicado en El País de España, el 11 de noviembre de 2005 se testimonia uno de los episodios más crueles de la represión franquista. El 5 de agosto de 1939, trece mujeres, la mitad menores de edad, fueron ejecutadas ante las tapias del cementerio del Este. Su historia sigue viva hoy en forma de libros, teatro, documentales y cine.

"Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija que ya jamás te podrá besar ni abrazar. Que no me lloréis. Que mi nombre no se borre de la historia". Fueron éstas las últimas palabras que dirigiría a su familia una muchacha de 19 años llamada Julia Conesa. 

Corría la noche del 4 de agosto de 1939. Hacía cuatro meses que había terminado la Guerra Civil. Madrid, destruida y vencida tras tres años de acoso, de bombardeos y resistencia ante el ejército sublevado, intentaba adaptarse al nuevo orden impuesto por el general Franco, un régimen que iba a durar cuatro décadas.

Sería aquélla la última carta de Julia Conesa. Y ella lo sabía. Porque, junto a otras catorce presas de la madrileña cárcel de Ventas, había sido juzgada el día anterior en el tribunal de las Salesas. "Reunido el Consejo de Guerra Permanente número 9 para ver y fallar la causa número 30.426 que por el procedimiento sumarísimo de urgencia se ha seguido contra los procesados  responsables de un delito de adhesión a la rebelión.  Fallamos que debemos condenar y condenamos a cada uno de los acusados  a la pena de muerte", dice la sentencia. 

A Julia la acusaban hasta de haber sido "cobradora de tranvías durante la dominación marxista".En el ambiente de ese verano de posguerra -tristísimo para unos y glorioso para otros-, se mezclaban las ruinas de los edificios y la pobreza de sus pobladores con las dolorosas secuelas físicas y psicológicas de la contienda. Y, sobre todo, abundaban ya la propaganda y la represión. El día a día de la capital estaba marcado por las denuncias constantes de vecinos, amigos y familiares; por la delación, los procesos de depuración en la Administración, en la Universidad y en las empresas; por las redadas, los espías infiltrados en todas partes, las detenciones y las ejecuciones sumarias. En junio habían comenzado, incluso, los fusilamientos de mujeres. 

Resultado de imagen para General franco"Españoles, alerta. España sigue en pie de guerra contra todo enemigo del interior o del exterior, perpetuamente fiel a sus caídos. España, con el favor de Dios, sigue en marcha, una, grande, libre, hacia su irrenunciable destino", voceaban las radios de Madrid.
 "Juro aplastar y hundir al que se interponga en nuestro camino", advertía Franco en sus discursos.

Y apenas 24 horas más tarde, 13 de aquellas mujeres y 43 hombres fueron ejecutados ante las tapias del cementerio del Este. El momento lo recuerdan así algunas compañeras de presidio:

 "Yo estaba asomada a la ventana de la celda y las vi salir. Pasaban repartidores de leche con sus carros y la Guardía Civil los apartaba. Las presas iban de dos en dos y tres guardias escoltaban a cada pareja, parecían tranquilas" (María del Pilar Parra). 
"Algunas permanecimos arrodilladas desde que se las llevaron, durante un tiempo que me parecieron horas, sin que nadie dijera nada. Hasta que María Teresa Igual, la funcionaria que las acompañó, se presentó para decirnos que habían muerto muy serenas y que una de ellas, Anita, no había fallecido con la primera descarga y gritó a sus verdugos: '¿es que a mí no me matan?" (Mari Carmen Cuesta).

 "Si fue terrible perderlas, verlas salir, tener que soportarlo con aquella impotencia, más lo fue ver la sangre fría de Teresa Igual relatando cómo habían caído. Entre las cosas que nos dijo, fue que las chicas iban muy ilusionadas porque pensaban que iban a verse con los hombres (con sus novios y maridos, también condenados) antes de ser ejecutadas, pero se encontraron que ya habían sido fusilados" (Carmen Machado).
Quince de los ajusticiados ese 5 de agosto de 1939 eran menores de edad, entonces establecida en los 21 años. Por su juventud, a estas mujeres se las comenzó a llamar "las trece rosas", y su historia se convirtió pronto en una de las más conmovedoras de aquel tiempo de odio fratricida y fascismo. Un episodio sobre el que nunca se habrá escrito mucho. Lo investigó el periodista Jacobo García, ya en 1985. Lo noveló el escritor Jesús Ferrero en su libro Las trece rosas (Siruela, 2003), en el que dedica un capítulo a cada una de las muchachas y con su literatura las dota de vida y palabra, de sentimiento y dolor; le pone cara a sus verdugos. Lo documentó durante dos años, sin ficciones, y por eso aún con mayor crudeza el periodista Carlos Fonseca en Trece rosas rojas (Temas de Hoy, 2004): 
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"No conocía la historia, no la busqué; ésta me buscó a mí a través de unos documentos que guardaba un tío de mi padre que pasó 20 años en la cárcel. Localicé el sumario, investigué; los familiares pusieron el material que tenían a mi disposición". En su libro duelen los testimonios de las familias, el momento de la condena, la partida hacia la muerte, la locura posterior de las madres de las fusiladas ante su pérdida, la indiferencia del régimen.
Retoma la historia de las trece rosas ahora la productora Delta Films en un largometraje documental títulado Que mi nombre no se borre de la historia, tal como pidió Julia en los últimos minutos de su vida. En la película se muestra el drama personal y el contexto social, político (su militancia en las Juventudes Socialistas Unificadas, JSU) y bélico en el que se mueven las protagonistas. "Es el primer documental sobre el suceso y entendimos que era urgente hacerlo porque son pocos los testigos vivos. Si no se recogen ahora sus voces, permanecerán para siempre en el olvido", dicen los directores, Verónica Vigil y José María Almela.

El destino triste de estas mujeres que no pudieron envejecer ha sido citado también en libros de Dulce Chacón o Jorge Semprún, y este mismo otoño lo acaba de llevar a escena la compañía de danza y teatro Arrieritos. Además ha sido inspiración para una organización socialista recién creada, Fundación Trece Rosas, "orientada a proyectos e iniciativas en las que se profundice en la igualdad y la justicia social". Y aún más: su vida y muerte es el argumento del próximo filme de Emilio Martínez Lázaro, con guión de Ignacio Martínez de Pisón y asesoría de Fonseca.

"Tras entrevistar a sus compañeros de organización, a sus familiares, concluimos que las trece rosas eran mujeres que sabían bien lo que hacían, y que con gran valentía y clarividencia lucharon contra el régimen antidemocrático que se avecinaba", comentan Vigil y Almela. "Se afiliaron a la JSU de forma consciente; pudiendo quedarse en casa, salieron a la calle y optaron por luchar y defender la II República española, desempeñando diversas labores durante la defensa de Madrid y poniendo en riesgo sus propias vidas". Según Fonseca, el régimen franquista "adoptaba un tono paternalista con las mujeres en sus mensajes, pero trató con igual inquina a hombres y a mujeres. La miliciana era para los vencedores la antítesis de la mujer, cuya misión en la vida era ser madre y reposo del guerrero". Para Santiago Carrillo, que fue primer secretario general de la JSU, "en las guerras, son ellas siempre las que más sufren… Y el régimen de Franco hizo todo lo posible por destruir el espíritu de libertad de las mujeres que se había creado con la República".
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Ellas se llamaban Ana López Gallego, Victoria Muñoz García, Martina Barroso García, Virtudes González García, Luisa Rodríguez de la Fuente, Elena Gil Olaya, Dionisia Manzanero Sala, Joaquina López Laffite, Carmen Barrero Aguado, Pilar Bueno Ibáñez, Blanca Brisac Vázquez, Adelina García Casillas y Julia Conesa Conesa. Eran modistas, pianistas, sastras, amas de casa, militantes todas, menos Brisac, de la JSU. 

El suyo se considera uno de los castigos más duros a los vencidos de la posguerra. Una respuesta, dicen, al asesinato del comandante de la Guardia Civil, Isaac Gabaldón, a su hija y su chófer el 27 de julio anterior.

"El número de detenciones diarias en la capital era muy variable en 1939, aunque muchos días la información titulada 'Detención de autores de asesinato' estaba formada por más de cien nombres", escribe Pedro Montoliú en su reciente e interesante libro Madrid en la posguerra, 1939-1946. Los años de la represión(editorial Sílex) que le ha supuesto cuatro años de investigación y en el que describe el ambiente de aquel tiempo: "Los peores meses fueron junio, con 227 fusilados; julio, con 193; septiembre, con 106; octubre, con 123, y noviembre, con 201. Por días, los más sangrientos fueron el 14 de junio: 80 fusilados; 24 de junio, 102; 24 de julio, 48; el 5 de agosto, 56. Ese día, y 48 horas después de dictar sentencia, fueron fusiladas las 'trece rosas', de entre 18 y 23 años, que habían intentado reconstruir la JSU en la clandestinidad".

Vigil y Almela enfocan su película preguntándose cómo se podía llegar a ejecutar una sentencia tan infame. "¿Qué había pasado en España? ¿Qué acontecimientos habían azotado el panorama político y social de aquel entonces?". Miraron entonces hacía la organización política juvenil de la que las trece rosas eran miembros, la JSU, y a su papel en el transcurso de la guerra.



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"Franco se proponía destruir hasta la simiente de los rojos en este país y al decir rojos, estoy diciendo los simples demócratas, los liberales, cualquier recuerdo de los tiempos en que España había sido libre", declara Carrillo en el filme. La organización nació en marzo de 1936 de la fusión entre la Unión de Juventudes Comunistas y la Federación de Juventudes Socialistas. "Luchábamos por un ideal", dice una de sus miembros. Otra: "Nos afanábamos por la libertad, por un mundo mejor, porque el trabajador pudiera vivir en condiciones". Una tercera: "Defendíamos la República que había sido elegida en 1931, mejorándola". Y cuarta: "Mi conciencia política surgió tan pronto empezó la guerra. Tenía 15 años y debía pelear, no había más remedio". En 1939, la JSU se encontraba deshecha, sus líderes encarcelados. Sólo se contaba con el coraje de sus miembros para reorganizarse.
"Crear una estructura clandestina es siempre algo muy difícil. Hay que concentrar los esfuerzos. Y en ese periodo los concentramos en la creación, sobre todo, de un partido comunista clandestino", afirma Carrillo. Para el régimen, según el periodista Jacobo García, la JSU representaba un gran peligro: "Dada la juventud de sus militantes, estaba destinada a sobrevivir durante muchos años y a plantear problemas al régimen franquista durante muchos años, a corto, medio y largo plazo". Debía desaparecer.

Así, estando todos los hombres en prisión o en el exilio, de la reorganización se encargaron las mujeres o los jóvenes. "Queríamos seguir luchando, recuperar dinero para ayudar a los presos, para sacarlos, para sacar a mi hermano; queríamos, pero no lo conseguimos…", apunta Concha Carretero. "Te cogían enseguida", rememora Nieves Torres. "Era un Madrid triste, reservado, la gente no se atrevía a mirar a nadie; si ibas en el metro, todo el mundo iba con la cabeza baja", dice Mari Carmen Cuesta. Se tira de los detenidos, se utiliza la tortura para conseguir delaciones, y así, poco a poco, va cayendo la organización. "A los presos los sacaban a la calle y los usaban como gancho, detrás iban dos policías. Así me detuvieron a mí", sigue Torres.
Las trece rosas fueron elegidas para morir entre las 4.000 reclusas hacinadas en Ventas en un espacio pensado para 400 (más de 280.000 presos políticos se contaban en 1939 en España). ¿Por qué ellas y no otras? El escritor Jesús Ferrero imagina una posibilidad literaria y azarosa en su libro: "Roux, Cardinal y el Pálido habían comido opíparamente en el Ritz y se sentían alegres. Una hora antes les había llegado la orden de elegir a quince mujeres, preferentemente menores de edad, para conducirlas a juicio. Ya en comisaría, una señora, que se sentía agradecida porque habían liberado a su hija, le regaló al Pálido un ramo de rosas. Eran quince El Pálido lo cogió y, mirando a Cardinal y a Roux, dijo: 'Señores, ha llegado el momento de decidir quiénes van a ser las quince de la mala hora. Bastará con ponerle un nombre a cada una de las rosas Empezaré yo', dijo tomando una flor. 'Y bien, esta rosa de pasión se va a llamar Luisa. No conseguí que esa bastarda pronunciara una sola palabra en los interrogatorios. Por poco me vuelve loco'. 'Y ésta, Pilar', dijo Cardinal. 'Y ésta se va a llamar Virtudes', susurró el Pálido con precipitación. 'Y ésta, Carmen', dijo Cardinal. 'Lo merece más que nadie. Nunca me miró bien esa condenada'. 'Y ésta, Martina', anunció Roux. 'Está siempre ausente. Seguro que ni siquiera se va a dar cuenta de que ha muerto".
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Ficciones aparte, ellas sí se daban cuenta. De sus condiciones ("La posguerra fue peor que la guerra"), de las humillaciones ("Se ve que les gustó mi pelo y me dejaron pelona, pelona; me lo cortaban y me lo enseñaban, '¿no te da pena este ricito?"), de lo que les esperaba ("No bastaba con estar tú en la cárcel, todo tu entorno tenía que expiar por tu pecado"), de lo que significaba pertenecer a los derrotados ("Nos trataban de lo peor, muchas palizas, muchas vejaciones"), de lo que perdían ("Estuve 16 años en prisión, se me fue lo mejor de mi juventud").
Así lo cuentan en la película Maruja Borrell, Nuria Torres, Mari Carmen Cuesta, Concha Carretero, Ángeles García-Madrid, entre otras muchas, de las que fueron amigas, conocieron y/o compartieron celda con las trece rosas en aquellos días. Hablan de las penurias, de la vida cotidiana en una prisión en la que sólo se comían "lentejas de Negrín", de los petates en el suelo, de la desconfianza ("No te fiabas de nadie porque se decía que los franquistas habían metido chivatas dentro"), y hasta de su capacidad para sobrevivir, intimar, quererse y reírse de sí y de su situación. Hablan de las terribles noches de saca, de cómo todas salían temerosas a la galería para ver quiénes eran las elegidas para morir, de cómo sucedió todo en aquella noche terrible de agosto. "Para mí es un recuerdo muy amargo, muy amargo", llora aún hoy desconsolada Mari Carmen Cuesta, entonces de 16 años.

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Resultado de imagen para la corta vida de trece rosas  durante la dictadura de francoEn la película de Delta Films y en el libro de Fonseca se recogen testimonios de parientes: las sobrinas de Julia, de Dionisia, de Martina. Y del hijo de Blanca Brisac y Enrique García, quizá la más triste de todas las historias: "Mi padre pertenecía a la UGT, pero mi madre dijeron que era de la JSU, y yo sé que no militaba. Lo puedo jurar", dice. A ambos los ejecutaron ese 5 de agosto de 1939, cuando él tenía 11 años. "Determinadas corrientes revisionistas pretenden hoy cambiar la realidad de los hechos y esto sí que es muy peligroso. No se trata de generar sentimientos revanchistas. En ninguna de las entrevistas que hicimos percibimos rencor. Al contrario, fue toda una lección de humanidad. Nuestro documental trata de concederles el minuto de duelo que en su día se les negó", cuentan Vigil y Almela.

Fue Blanca Brisac, sin embargo, quien mejor lo expresó, mientras escribía a su hijo esa noche, ya en capilla: "Voy a morir con la cabeza alta. Sólo te pido, que quieras a todos y que no guardes nunca rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor. Enrique, que te hagan hacer la comunión, pero bien preparado, tan bien cimentada la religión como me la cimentaron a mí Hijo, hijo, hasta la eternidad".

El documental 'Que mi nombre no se borre de la historia' fue emitido  en el  2006 en 'Docu-TVE'.

* Este artículo apareció en la edición impresa de El País, el  Domingo, 11 de diciembre de 2005 y fue escrito por L0LA HUETE MACHADO